Sé fiel hasta la muerte
A las doce treinta de la media noche, el cuerpo de Edgard yacía desangrándose frente a la Catedral, en uno de los nuevos asientos de la Plaza Principal considerados “modernos”. Dos balas en el pecho fueron insuficientes para acabar con él, un soplo de vida aún corría por sus venas. Edgar entre agonizante y ocioso, escribió sobre la madera del asiento sus últimas palabras con la sangre derramada en el piso. Nadie corrió a socorrerlo, nadie escuchó cuando gritó. El culpable, para ese entonces ya estaba muy lejos. Cuando el sol y el reloj anunciaron las seis de la mañana, la ciudad volvió en si. La gente que asistía a misa, y los que simplemente pasaban por allí, encontraron al pobre Edgar muerto con la mirada puesta en su mensaje. - Si hubiera recibido ayuda oportuna, tal vez aún estaría en este mundo- comentó posteriormente el forense. Sociólogos y psiquiatras, politólogos y religiosos comentaron en los diferentes medios de comunicación por mucho tiempo después, cual pudo ser el significado exacto de sus palabras. Cada uno con su propia interpretación, su propia impresión, su propio desagrado. Como sea que haya sido, el mensaje fue contundente. ¡¡¡Viva Blooming Carajo!!!